lunes, 30 de julio de 2018





DESCONOCIDOS, David Lozano Garbala
David Lozano Garbala es un escritor prolijo (baste aludir a su trilogía gótica, La puerta oscura) y también prolífico (desde que en 2006 ganara el Premio Gran Angular de SM con Donde surgen las sombras, su obra no ha hecho más que crecer, distinguida siempre con los premios más importantes de literatura juvenil).
      El libro que nos ocupa, Desconocidos, se ha alzado con el Premio Edebé de Literatura Juvenil 2018 y es un ejemplo de la destreza de David Lozano para contar una historia y mantener el interés del lector hasta su resolución. Pero, ¿qué cuenta y qué propone esta novela? Sin entrar en muchos detalles, narra el acercamiento de dos personajes a través de Twitter. Lara Grávalos es una joven guapa, menuda, de pelo rubio, aficionada a la lectura,  que está acabando sus estudios en un instituto. Un día recibe invitación de Wilde, una identidad falsa tras la que se esconde Gerard, un joven estudiante de segundo de Derecho, muy tímido, quien acaba obsesionándose de Lara, hasta el punto de proponerle una cita. La persuasión y delicadeza de Wilde consiguen vencer la inicial resistencia de Lara, quien al final accede a encontrarse con él en un MacDonald’s. La novela cuenta más cosas: la relación de Wilde con su compañero de habitación en la residencia de estudiantes –un tal Fran–, la amistad de Lara con Berta, su mejor amiga; y las amenazas de Jordi Vila, el exnovio de Lara, de suicidarse si ella decide iniciar otra relación. Pero, ¿qué propone esta novela? Sobre todo, incita a reflexionar sobre los peligros de la red y plantea la fragilidad de muchos jóvenes que se creen invulnerables. Aunque los sentimientos de Wilde-Gerard sean buenos, el desenlace de la obra deja un asesinato y una vida salvada en el último instante: “¿Cuántas víctimas potenciales hay ahora, en este preciso momento, navegando a través de la red? La ingenuidad atrae a los depredadores como la sangre a un tiburón. Nadie debería prestarse a una proposición así” (p. 213). Diríase que muchos jóvenes buscan en la red otras vidas que quizá luego no existan en la realidad: “En Internet solo hay personajes, no personas” (p. 77).
      La maestría del autor en la dosificación de la trama se advierte también en la elección de unas coordenadas espacio-temporales muy concretas. Todo transcurre en menos de dos días y solo hay menciones a días anteriores porque son necesarias para conocer el proceso de acercamiento de Wilde a Lara. La acción avanza sin titubeos y se resuelve básicamente tres escenarios: primero, el Barranco de Sorts (donde hallan el cuerpo de un joven cuya identidad no se desvela hasta el final, un espacio donde el lector disfruta de los diálogos deductivos y enjundiosos entre el forense Carlos y la subinspectora Irene con el fin de descubrir al culpable); segundo, el restaurante MacDonald’s, donde se conocen físicamente Lara y Wilde (Gerard nunca desveló su físico en Twitter); y tercero, la residencia universitaria, en una de cuyas habitaciones Gerard hace partícipe a su amigo Fran de sus logros para conseguir la cita.
      La conversación entre el forense Carlos e Irene Castell pueden considerarse todo un recetario deductivo para apoyar cada sospecha (véanse los análisis a partir de la pulsera, el polvo del quitamiedos o los cristales rotos del móvil) y avanzar en el descubrimiento de la muerte del joven y de las razones del asesino psicópata, una identidad que se desvela al final, si bien durante la lectura de la novela el lector sospecha de varios posible asesinos, incluso de una asesina. El dominio de los conceptos técnicos y jurídicos evidencia una meritoria labor de investigación del autor de esta novela. Son también varios los quiebros argumentales que llevan a pensar sobre quién pudiera ser el asesino o asesina. Así sucede cuando el joven que cena con Lara afirma reiteradamente: “Jordi Vila no volverá a cruzarse contigo, te lo he dicho antes. Tienes mi palabra” (p. 81). En la cita que Lara comparte en el MacDonald’s con Wilde, ella siente una lógica inseguridad inicial, poco a poco gana confianza y siente deseos de besarlo, y finalmente temor cuando intuye su posible muerte.
       Y, sin embargo, ante la inconsciencia que supone lanzarse al abismo de la red para intimar con desconocidos, el autor nos muestra a dos personajes de nobles propósitos. Gerard y Lara son jóvenes amantes de la lectura (a ambos les apasiona Cartas a una desconocida, de Stefan Zweig y El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, además de otras novelas como La canción secreta del mundo, de José Antonio Cotrina); les gustan las canciones de Ed Sheeran, e incluso son seguidores de booktubers. Lara quiere borrar una relación anterior que considera tóxica, en la que Jordi Vila acabó acosándola, mientras Gerard cree que a través de Twitter podrá superar su acusada timidez. Es noble la intención de Gerard-Wilde (elige ese nick porque le gusta El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde): está enamorado de Lara, o mejor, obsesionado.
      Las referencias literarias son abundantes. La cita que precede a la novela es del poeta granadino Luis García Montero: “En mitad de la plaza hay alguien que se vuelve / y levanta los ojos / para buscar la luz en mi ventana, / el faro de la noche y sus fantasmas”. De la obra de este poeta se extrae también una idea para el lugar del primer encuentro: quedar en un “lugar intermedio”, que no levante sospechas, porque existen “Lugares intermedios, / madrugadas de junio a veces compartidas / en primera persona del plural”. Asimismo, la alusión a Cyrano de Bergerac conviene contextualizarla: del mismo modo que Vincent necesita de Cyrano para acercarse a la bella Roxane, de la que este último siempre estuvo enamorado, así también Gerard necesita la ayuda de su amigo Fran para ir trazando su estrategia de acercamiento a Lara, sin sospechar que esta ayuda acabará siendo letal. En esencia, tanto a Cyrano como Wilde los mueve el amor, la autenticidad de su amor: “Si Lara G continúa hablando con Wilde es porque le ha interesado su personalidad auténtica” (p. 109).
      Estamos ante una magnífica novela apta para jóvenes y también para lectores adultos (una vez más el término de Literatura Juvenil se me antoja restrictivo porque aleja a lectores de más edad de obras como la que aquí nos ocupa). No es una novela más que incida en la manida temática del poder maléfico y descontrolado de las redes sociales. Desconocidos es una novela lograda que aborda con verosimilitud y eficacia narrativa un tema muy actual: la indefensión de los jóvenes en la redes sociales debido al deseo abismático de vivir otras vidas.
 
Julián Montesinos Ruiz

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