miércoles, 19 de febrero de 2014




ANDER,
Abel Bri

El lector que se adentre en las primeras páginas de esta novela morderá el anzuelo de la ficción y ya no podrá regresar a tierra firme, se encontrará atrapado en las procelosas agua de la literatura que exhibe Abel Bri, un escritor (digámoslo con claridad desde el principio) que no solo sabe contar una historia y mantener en tensión a sus lectores, sino que acierta a crear un mundo literario en el que no hay "lugar para el amor, solo para la crueldad, la frialdad y la severidad".
Pero con la carnaza de su historia en los labios, al lector ya no le queda otra opción que avanzar para ir descubriendo poco a poco el valor literario de Ander. Las peripecias de los personajes son referidas por un protagonista principal ("Mi nombre es 2.046B"), a quien se conoce como Rana por su agilidad y rápidos reflejos, cualidades que le ayudarán a sobrevivir en un mundo en el que han sido entrenados para ser asesinos y buenos soldados al servicio del Viejo Imperio, un mundo injusto y cruel, pero no el único. A través de Rana, observamos con asombro los métodos despiadados que el sargento Gibberne y sus secuaces utilizan en el campamento Monte Afilado, un lugar inhóspito al que no sabemos, hasta el final de la obra, cómo han llegado los niños y niñas que luchan por sobrevivir. La acción se sitúa en Gliese 581D (un planeta conocido como Dante) y se desliza con suma fluidez. Así vamos descubriendo el sentido de estos personajes entrenados como soldados al servicio de un imperio en el que los valores humanos no existen. Como si fueran gladiadores que necesitan matar para seguir viviendo, los personajes luchan porque saben que existe la promesa de otra vida en otro mundo. Capítulo a capítulo, Abel Bri va dosificando sabiamente el argumento de su novela, y así la trepidante acción de la selva y los arrozales se compensa con el encuentro amoroso entre la hermosa Destello y Ander, o con esas conversaciones escatológicas en una poza que pudiera ser la imagen viva del paraíso en un mundo donde es imposible su existencia. Abel Bri moldea a su antojo los temas y los personajes hasta dar forma a figuras con personalidad propia, y consigue hilvanar un argumento lleno de agradables imprevistos, donde en el fondo subyace un debate ideológico propio de un mundo organizado de modo maniqueo: soldados frente a esclavos, el mal frente al bien, el odio real frente al amor deseado, el progreso irracional de la Tierra frente a la visión idílica de la tribus indígenas de América.
Asistimos, así, a un ejemplo válido de lo que pusiera ser considerado como una novela de aventuras y aprendizaje. Y está tan bien contada esta novela que no debiera ser invisible a los ojos de la crítica especializada, porque estoy convencido de que Abel Bri muestra una sabiduría narrativa tal que le convierte en un nombre que habrá que tener en cuenta entre quienes escriben novelas que aúnan la aventura, la fantasía sui géneris y el thriller con reflexiones psicológicas. Sobre un fondo realista de una inquietante fealdad sobresalen elementos fantásticos propios de la ciencia ficción: la original denominación de los planetas (Gliese 581), un mundo donde no existe la noche ni la oscuridad, dragones domesticados por asesinos, sofisticados aparatos tecnológicos, localizadores electrónicos, túneles electromagnéticos que enlazan con otros mundos ignotos, y nombres insólitos para designar a unos personajes que son esterilizados desde su nacimiento (Espejo Uno, Roble, Elfo Gris, Bruma), elementos que, sabiamente combinados, contribuyen a dar una sensación de credibilidad argumental.
Aseguran los críticos que un novela no debe mostrar al lector las costuras que la tejen y la hacen avanzar, esto es, debe pasar el arte del autor de manera inadvertida. Dicho esto, convenimos en que el escritor Bri sabe lo que hace, demuestra su experiencia narrativa en muchos aspectos, y entre los que habría que citar la recurrencia con la que alude a un destinatario desconocido hasta el final de la obra: "Esto no era una vida realmente. No una vida como la tuya, te lo aseguro". Asimismo, derrama sobre el cuerpo de la novela imágenes impactantes ("sus carcajadas sonaban como cuchillos siendo afilados"), sin que mermen su objetivo principal: contar bien una historia interesante y crear un mundo de ficción autónomo, lo cual hay que valorarlo como un éxito. O dicho de otro modo: igual que los personajes de esta novela disponen, para medir las acciones superadas y lograr una vida mejor, de un contador de créditos (una especie de reloj de pulsera que acumula puntos para huir a otra realidad), el autor de esta novela ha superado con creces su reto personal de escribir una magnífica novela.
Cuando concluimos la lectura, no nos arrepentimos de haber mordido el anzuelo de las primeras páginas, aunque la singladura haya sido tan breve como sus veinticuatro horas de rigor. Durante ese tiempo, hemos viajado desde el planeta Dante hasta el planeta Tierra disfrutando de una hermosa y subyugante historia. Y basta ya,  bienvenido lector, de perder el tiempo con este prólogo que aquí acaba. Ahora empieza tu aventura.

Julián Montesinos Ruiz, Profesor de Lengua y Literatura Castellanas, y escritor

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